Caminitos

–Queyo domir cotigo mamá.
–Pero ¿qué pasa Leo? Ya cumpliste tres años, puedes dormir solito en tu cuarto.
–No pueyo. Hay un lobo yojo. Apompáñame.
–¿Cómo un lobo rojo cariño? Los lobos no existen.
–¿No ecsiten?
–No Leo. Bueno sí existen, pero viven en el bosque. No entran a las casas.
–¿No entan los lobos?
–No cariño, regresa a tu cama. Cierra tus ojitos y ya duérmete. Estás cansado de tu fiesta de hoy, y yo también estoy muy cansada.
–Pofa ven ¿si? Hay un lobo, ven paya que lo saques.
–Oh pues, está bien vamos a ver.
–¿Vas a sacay el lobo, vedad?
–Ya verás que no hay ningún lobo.
–Miya mamá, el lobo, sí ecsite.
–¡Leo, pero si eso es un G…lobo! De los de tu fiesta.
–Poy eso, es un lobo yojo.
–Cariño, perdón, no te entendí. ¡Qué gracioso! Tenías razón. Ahora duérmete y yo me llevo el G…lobo.

 

–Mamá ¿mi acompañas a mi cuarto?
–Tú puedes ir solo campeón, ya tienes cuatro años.
–Es que mi da miedo.
–¿Otra vez Leo? ¿Qué pasa? ¿Por qué de pronto temes ir solo a cualquier lado?
–Es que hay lobos en mi cuarto.
–Hijo, los lobos no pueden entrar a las casas. No pasa nada.
–¡Sí pasa nada mamá! Hay muuuuuchos lobos, porfa ven.
–¿Por qué no vas con él, Carmen? Tal vez es un globo, como cuando era más pequeño.
–¡Nooooooooo! No es un globo papá, son muchos lobos peludos y mi quieren agarrar.
–Pero no llores Leonardo, los hombres no lloramos ni tenemos miedo, ¡tienes que ser fuerte y valiente! Para de llorar, ya va mamá contigo.
–Ay José, ¿cómo le dices eso al niño? Claro que puede llorar. Vamos Leo, te acompaño esta vez y verás que no hay ningún lobo.

 

–Leo, ya vamos a merendar, ve y lávate las manos por favor.
–Ven conmigo, ¿si?.
–¿Qué no ves que estoy ocupada? Ve tú solito.
–No mamá, los lobos están en el baño.
–Leonardo, ya te lo he dicho mil veces. ¡No hay lobos! Ellos viven lejos de aquí. No entran a las casas. ¡Ve en este momento a lavarte las manos y vienes a sentarte!
–¡Mamáaaaaaaa…! Veeeeeeen conmigo.
–Pero ¿qué pasa Carmen? Acompáñalo, ¿sí? O has lo que sea pero que pare de llorar.
–¿Por qué me contradices José? Puede ir solo. Además, ¿por qué no me ayudas y lo acompañas tú?
–Voy llegando de trabajar Carmen. ¿Puedo relajarme unos minutos?
–Ah, y yo me rasqué la panza todo el día. ¡También estoy cansada!
–Ay mujer, no empieces. El niño está llorando y yo necesito dos minutos de paz.
–Pues si quieres paz, ¡ayuda! Ven, Leonardo, lávate las manos aquí en la cocina. Pero ya deja de pensar que en esta casa hay lobos, ¿me oíste?
–Si mamá.

 

–Oye Leo, ¿qué hacen todos los cojines de la sala en tu cuarto?
–Hice un caminito mamá.
–Pero en el piso se van a ensuciar, hijo, ¿por que hiciste eso?
–Para llegar a mi cama. Así los lobos no mi pueden agarrar.
–Leo… ¿Insistes con eso? ¿No confías en mí?
–…
–Cariño, no debes tener miedo. No necesitas un caminito. Tu angelito de la guarda siempre te cuida.
–Tú dices eso, pero yo no puedo verlo. Yo solo veo a los lobos.
–A ver, ¿dónde están? ¿Dónde los ves?
–Ahí…
–¿Dónde?
–¡Ahí! Junto a la ventana. Uno, dos, tres, ¿los ves?
–No hay nada hijo. Vamos, devuelve todos esos cojines a su lugar, no pueden estar en el piso.
–…

 

–Mamá, tengo que ir al baño, porfa ven conmigo.
–Leo ¡no! Vas a ir tú solito. Eres un niño valiente. Yo de aquí te oigo, y si me necesitas me llamas. Deja abierta la puerta.
–¡Nooooooooooooo mamáaaaaaaa! ¡Tengo mieeeeeeeeedo!
–¿Vas a ponerte a llorar? ¿Quieres que me enoje?
–Leonardo, ¡hazle caso a mamá! Ya tienes casi cinco años, no eres un bebé. Si no vas en este momento, te castigo la tele.
–Ay José no seas absurdo.
–¿Quién te entiende Carmen? Quieres que te apoye, pero si te apoyo, tampoco te gusta.
–Eso ¿qué tiene que… ¡Leonardo, ya te hiciste pipí! No puede ser. Ahora encima de todo, voy a tener que limpiar. No hay tele el resto del día, ¿me oíste?
–…

 

–Leo, ve a ponerte tu pijama, ya vamos a merendar.
–Sí mamá.
–¿Viste eso José?
–¿Qué?
–Pues que no mencionó a los lobos. ¡Por fin! Ya estaba yo a punto de enloquecer… A ver, ayúdame y lleva esto a la mesa ¿sí?
–Ya era hora de que se le quitaran esos mie… Oye, Carmen, pero ¿donde están todas las sillas?
–¿Cómo que dónde?
–Ven a ver, no están en el comedor.
–¡Ay no, otra vez!
–¿Qué pasa?
–Se me hace que Leo se las llevó a su cuarto.
–Y ¿eso?
–Le ha dado por hacer caminitos.
–¿Cómo que caminitos?
–Dice que para protegerse de los lobos.
–¡Leona…!
–Espera José. No lo regañes.
–¿Cómo que no lo regañe?
–Es que tal vez…
–No lo protejas Carmen. No puede tomar las cosas de la casa como si fueran juguetes. Además, ya va siendo hora de que supere sus miedos y se haga hombrecito.
–Sí pero, ya lleva mucho tiempo así y regañarlo, ¿crees que ha servido de algo?
–…

 

–Mamá, ¿puedes acompañarme al cuarto?
–¿Otra vez los lobos Leo?
–…
–A ver cariño ven, vamos a tu cuarto y quiero que me enseñes exactamente dónde los ves.
–¿De verdad? ¿Me vas a ayudar?
–Sí mira, me voy a poner los lentes para verlos bien.
–Ven, yo te enseño, ¡hay muchos!
–¿Dónde están?
–Ahí, ¿lo ves? Ahí está uno.
–Ah, ¡ya lo vi! Espera. ¡Lo voy a agarrar de la cola y lo voy a lanzar muy lejos!
–¡Mamá, cuidado! Atrás de ti hay otro…
–Dile que si se acerca le voy a dar una buena zarandeada y lo voy a lanzar al espacio sideral.
–¡Mira! Ahí hay otro, y otro, ¿los ves?
–¡Claro que los veo! Vengan todos para acá lobos peludos. Mira, ya lancé uno por la ventana, este otro va contra la pared, y mira ese ya le dio tanto susto que salió corriendo…
–¡Sí, sí, se fue!
–A ver Leo, dime ¿dónde hay más?
–En el baño, mamá, en el baño hay muchísimos.
–¡Pues vamos para allá!
–Lobos, aquí viene mi mamá y va a acabar con ustedes. ¿Los ves mamá? ¡Ahí están!
–Vengan para acá lobos feroces, que no les tenemos miedo. Mira Leo, cómo lo lanzo de una patada.
–Sí, ¡que se vayan muy lejos!
–¡Fuera de aquí todos! ¡Y no vuelvan nunca más!
–Mamá, ¡se fueron, se fueron!
–Sí Leo, ya no hay lobos.
–¡Por fin los viste!
–Tenías razón, no sé cómo no los veía antes. Si regresan, me llamas y vengo a sacarlos, ¿de acuerdo?
–Sí mamá pero…¿sabes algo?
–¿Qué pasa campeón?
–Creo que esos lobos ya no van a querer regresar.

4 comentarios sobre “Caminitos

Deja un comentario